Mientras desempolva sus vivencias, se emociona. Por momentos parece que desfallece la voz, cuando pesan demasiado algunos recuerdos. Entonces recobra el tono seguro de la enfermera que ha cruzado esa línea, tan frágil a veces, entre la vida y la muerte para sostener a otros, tanto en sus pérdidas como en sus alegrías.
Profundos conocimientos y habilidades acompañan a Idania Águila Turiño en más de 35 años como licenciada en Enfermería. No faltan en su currículo misiones internacionalistas, responsabilidades de dirección y la docencia, pero nada la define mejor que su humanismo, con el que alivia síntomas y reconforta el alma.
Una suerte de bálsamo va con ella a todas partes; fue su más fiel compañero en las salas de maternidad o de cuidados intensivos, en Pakistán y en Venezuela, en el día a día con sus pacientes, en el tratamiento más sencillo y hasta el proceder más riesgoso… lo lleva estampado en la frente y en el corazón.
Cuando egresó del curso de técnico de nivel medio en Enfermería supo que se dedicaría en alma a esa profesión. De su primera experiencia en el Hospital Materno Provincial atesora vivencias inolvidables, pero fue el servicio de Cuidados Intensivos el que marcó su verdadera vocación.
“Me gusta mucho trabajar con pacientes críticos y ayudar a su recuperación. Cuando logramos que un enfermo supere la gravedad y salga de la terapia es una emoción que no se puede describir con palabras. Hay que estar todo el tiempo concentrado para cumplir el tratamiento, los protocolos de cada proceder y estar preparado para actuar con prontitud.
“Es mucha responsabilidad; la familia confía en los médicos, en nosotros, por eso es importante transmitirle confianza, pero sin falsas expectativas. Tenemos que mostrar mucha ética dentro y fuera de la sala”.
Como enfermera intensivista, Idania trabajó también en el Hospital Provincial Camilo Cienfuegos. Todo sobrecoge en las salas: las madrugadas en vilo, el verde de los trajes, el frío para neutralizar las bacterias, el ruido acompasado de las máquinas que mantienen los signos vitales, las historias de los pacientes…
“Recuerdo a un joven en estado crítico a causa de un accidente. Permaneció intubado casi 40 días y en más de una ocasión el pronóstico fue irreversible. El personal de enfermería nunca perdió la esperanza. Lo cuidamos con tanto amor y dedicación hasta que logró salvarse. Cuando salió del coma nos reconocía por las voces. Eso no lo olvidaré nunca.
“En Trinidad también he atendido a personas en estado crítico y hemos logrado recuperarlas. La enfermera es el brazo derecho del médico, somos un equipo que debe trabajar unido y entenderse muy bien”.
En una sala de Cuidados Intensivos el personal de enfermería tiene que estar preparado para todo…
“En una terapia intensiva todos los procederes son invasivos, por lo que debemos tener conocimientos, habilidades y sangre fría también.
“En mi caso respeto mucho la intubación endotraqueal. Es un procedimiento que he realizado en varias ocasiones, pero siempre de manera cautelosa, pues es muy riesgoso. Hay que seguir estrictamente el protocolo porque puede comprometer la vida del paciente. Como mismo salva, cualquier error conduce a la muerte de la persona”.
En el 2005 Idania viajó a Pakistán como parte de la brigada médica que permaneció cuatro meses en esa nación devastada por un terremoto.
“Sacamos personas de los escombros, a niños recién nacidos; salvamos muchas vidas, pero vimos morir otras también”, evoca y guarda silencio unos segundos, los suficientes para saber que hay cientos de imágenes y recuerdos que se le agolpan. “A nuestro hospital llegó una mujer en trabajo de parto. Había tocado las puertas de otros hospitales, pero no tenía dinero para pagar. Cuando la recibimos fue demasiado tarde. No pudimos salvarla a ella ni a su bebé”.
Su segunda misión en Venezuela se extendió por tres años. Atrás dejaba dos hijos, uno de ellos adolescente y el peso de la distancia. A todo ello se sobrepuso y acomoda en el pecho cada anécdota.
“Me desempeñé como jefa de enfermeras de Cuidados Intensivos en un hospital de ese hermano país. Regresé con la misión cumplida y muchos recuerdos hermosos. Las personas no se cansaban de mostrar su amor por los cubanos, todos iban en busca de atención a nuestros hospitales. Agradezco ser parte de la obra internacionalista de la Revolución”.
Idania es uno de los rostros del contingente Henry Reeve, ángeles de batas blancas dispuestos a cualquier sacrifico; ellos y su familia en una retaguardia segura, que celebra la victoria casi siempre desde el silencio.
“Es muy importante para mí, tengo dos hijos, mi madre, mi padre ya falleció. Son mi inspiración constante. Gracias a ellos he salido adelante y he podido aportar a esta Cuba tan grande que le debo todo lo que soy”.
En estos momentos, la excelente profesional trabaja como jefa de área en la sala de Emergencia, Observación e Inyecciones del Hospital General Tomás Carrera Galiano, de Trinidad; mas, siempre está dispuesta a dar una mano en la terapia o ante cualquier urgencia. Es casi un instinto.
“El día a día es fuerte, luchando contra la escasez de los recursos humanos e insumos médicos y contra el bloqueo que nos tiene asfixiados; sin embargo, hacemos maravillas. Cada enfermero se entrega por completo y lo que haya que hacer se hace, con amor, con esa sensibilidad que nos caracteriza.
“Me desempeño también en la docencia y trato de inculcarles a mis alumnos los valores que no podemos perder nunca los trabajadores del sector de la salud: la vocación, el humanismo, la solidaridad y el respeto a los pacientes”.
La enfermería, ¿una buena decisión?
“Sí. Tengo problemas como la mayoría de las personas, pero cuando llego al hospital dejo todo atrás y me concentro en la persona que necesita de nuestros cuidados.
“No me arrepiento de mi elección. Ya son más de 35 años y no dejo de emocionarme. Me duele mucho la muerte, saber que no pudimos hacer nada más, pero cuando salvo una vida siento una felicidad que no cambiaría por nada”.
(Tomado de Escambray)